Nunca me había gustado el agua. Recuerdo que cuando era pequeño lloraba cuando mis padres me llevaban, en verano, a la piscina municipal para aprender a nadar. Duré 2 días. Años después, y sin la presión de la obligación, ya flotaba. Con eso era suficiente para ir a jugar con los amigos los meses de julio y agosto.
Una vez el rumbo a seguir estaba decidido, un día de noviembre de 2006 entré por primera vez en una piscina cubierta con el objetivo de aprender a nadar bien. Aposté por un curso intensivo de un mes (con una sesión de 45 minutos al dia) que empezaba a las 7:00 de la mañana. La verdad es que me encontré rodeado de mujeres de avanzada edad que iban a lo mismo que yo (los comienzos nunca son fáciles). Después de aquel frenético mes, ya con mejores maneras en el agua y con un club de fans detrás (las mujeres del cursillo), decidí que era el momento de volar solo.
A partir de entonces y hasta que no entré en el CN Prat, entrenaba en otro complejo deportivo cerca de Sagrada Familia. Aprovechaba todos los tiempos muertos que tenía en casa para visitar el youtube y observar como nadan las estrellas mundiales de la especialidad (Phelps, Thorpe, Hackett…), al mismo tiempo que intentaba leer lo máximo sobre técnica. Los entrenamientos no superaban nunca los 2000 metros, entre 3 y 4 sesiones por semana. Tengo alguna referencia a lo que a tiempos se refiere (serán del año 2008): 4 series de 250 metros con manoplas entre 4’09’’ y 4’17’’, o lo que es lo mismo, a 1’40’’ cada 100 metros. Poco me importaban los tiempos (por eso duró poco el Excel donde lo apuntaba todo), aunque era frustrante cansarse tanto y avanzar tan poco. La cuestión era no rendirse.
(Partidillo de waterpolo)
En marzo de 2009 ya era un Gladiador. A partir de entonces abandoné el “ir a hacer piscinas” para hacer “entrenamientos de verdad”. La primera sesión con ellos, si cabe, me desmoralizo un poco más. Como iban de fuerte los aun desconocidos Richard Calle, Julio Cardo, Jordi Arias, Sergio García, Víctor Dobaño, etc. La natación iba mejorando a base de CONSTANCIA, ahora ya sí entrenaba 4 veces mínimo por semana, y muchas semanas, cinco. El primero de los entrenadores con el que coincidí fue Leo Armentano, le tocó ver la peor parte. El verano del mismo año, y con la ayuda de un exwaterpolista profesional (Lluís Giralt), conseguí avanzar mucho. Ya con Iván Muñoz (y sus valiosísimos consejos) como entrenador del club, hice el primer test en el agua. Me salió 1’10’’ en 100 y un 300 libre a 1’23’’ cada 100. La mejora había sido importante.
El viernes de la semana anterior (y aproximadamente un año después del primer test) nuestra COACH Pilar Hidalgo nos probó de nuevo. Finalmente 1’04’’ en 100 y 5’12’’ en 400.
Se puede extrapolar ese ejemplo, en cualquier faceta de la vida; en el trabajo, en el amor, en todo. Si de verdad te interesa, no te rindas.
MORALEJA: Los milagros no existen, la CONSTANCIA, sí.