lunes, 13 de junio de 2011

Lucha fraternal

Hace algunos días mi madre me enseñó esa fotografía y mi mente enseguida empezó a recordar. ¡Qué tiempos aquellos!

(Buen estilo el suyo)

Mi hermano y yo nos pasábamos los fines de semana compitiendo. Generalmente el sábado tocaba jugar a futbol, mientras que el domingo era el turno para las carreras de campo a través (o cros).

Lo mejor era que no había obligaciones a lo que entrenamientos se refiere, entre semana tan solo era necesario correr en la escuela durante el tiempo de recreo, convirtiéndose esa media hora jugando al escondite en un farlek perfecto. Luego, por la tarde, doblábamos sesión o bien con entrenamiento de futbol (¡Qué bien lo pasábamos Roberto!) o bien con salida en bici por la montaña. Incluso a veces teníamos tanta fuerza que metíamos un entrenamiento al mediodía (a base de chutes a un balón).

La carrera del domingo era divertida, aunque los segundos antes de empezar siempre me agobiaban un poco (no podía entender el porqué de una pistola en lugar de un silbato para dar la salida). Además algunos rivales, a pesar de la corta edad que teníamos todos, ya usaban los codos para hacerse un sitio. Luego, durante los 2 o 3 km, esos nervios desaparecían por completo. A grosso modo, los croses siempre tenían un mismo guión: 2, 3, 4 o 5 atletas se escapaban (si nosotros triplicábamos sesión, ellos debían meter 4 o 5 entrenos diarios) y a nosotros dos nos tocaba luchar por la siguiente plaza. Cada fin de semana, en alguna localidad de Catalunya, había una lucha fraternal. Lo que estaba claro era que siempre nos metíamos en los puestos de honor.

Por suerte (para mí) siempre conseguí entrar delante de él (lo que significaba que algunas veces podía subir al podio). Pero lo que estaba claro también era que mejoraba de una forma exponencial carrera tras carrera (trabajaba desde la sombra): al principio lo dejaba antes de cruzar la línea de meta, en cambio, en la última carrera que hicimos los dos juntos (la recuerdo especialmente) me metió un susto. A menos de un kilómetro para la meta aun estaba detrás y cambió el ritmo. No sabe que si llega a apretar un poco más me deja, le faltó medio punto para sacarme de quicio. Llegamos al sprint y lo rebasé.

Se tomó su venganza particular unos años después en una milla urbana que corrimos, donde no me dio opción.

Solo me queda felicitarlo por proclamarse justo ayer, junto a su equipo de futbol (los LUC Dorigny de Lausanne) campeones de liga.

1 comentario:

Oriol dijo...

Jo també m'en recordo clarament d'aquell dia. Ho vaig veure guanyat jaja, però al veure que vas reaccionar em va menjar la moral :) Són coses que passen però què millor que perdre contra el teu propi germà? Si les coses queden a casa ja n'hi ha prou! Gràcies!!