sábado, 29 de septiembre de 2012

5º en Menorca

Todos los triatletas estábamos dentro del agua. Había otros como yo tiritando a pesar de que solo nos cubría hasta la cintura. Sentía ansias por empezar, pero no para liberarme de los nervios de la salida, sino para entrar en calor. En todos los casos, siempre se aguanta mejor un exceso de calor que una pizca frio (mi opinión). La línea de salida era amplia, lo que significaba que no había forcejeo para encontrar el sitio de partida. Los favoritos Clemente Alonso, Xavi Llobet, Olivier Marceau y Santi Pellejero miraban al horizonte. Ellos marcarían el camino a todos los demás. Me situé detrás del triatleta del VO2 no con la intención de seguirlo, sino sabiendo que a sus pies se abriría una fantástica senda.
 
(Segundos antes de la salida)
 
Un leve y dudoso bocinazo, aparte de comprobar nuestra agudeza auditiva, marcó el arranque del Extreme Man - Menorca 2012. Un mar de gorros naranjas y algunos azules (pertenecientes a los relevistas) robaron protagonismo a la calma con la que se levantaba el día en el puerto de Fornells. Solo fueron necesarios 100 metros para clarificar las posiciones. Los cuatro citados anteriormente empezaron a abrir hueco, Juanan Fernandez, triatleta mallorquín, se situó a su estela y sabía que Cristian Cofiné (compañero de club) no podía andar lejos. Hasta la primera referencia creo que iba a pies de Juanan, pero su ritmo ligeramente superior al mío me cortó. Algún gorro azul tímidamente me rebasaba hasta que una chica que venía a mis pies incrementó ligeramente la frecuencia de brazada. Así, después de recorrer unos 1000 metros, opté para esconderme detrás de aquella sirena. Un rápido análisis mientras nadábamos en paralelo me condujo a concluir que podía fiarme perfectamente de su orientación. Segunda referencia a la derecha. Ya solo quedaba, aproximadamente, un tercio del recorrido. Fue entonces cuando apareció Cristian para que juntos completásemos los últimos 500 metros detrás de la relevista femenina. Tocamos tierra en la quinta y sexta plaza.
 
(Persiguiendo a nuestra sirena)
 
La más rápida de las T1 de todos los participantes me lanzó con fuerza a por los 85 km de bici. Como no podía ser de otra forma, pronto me alcanzó Cristian rodando muy deprisa. Aunque él mismo me confesó que no llegaba muy bien de forma, volaba por los toboganes previos a Es Mercadal; donde empezaba la primera de las dos subidas que tenía cada una de las tres vueltas. La exigencia de estas dos breves ascensiones era grande, no era cuestión de perder ese fantástico ritmo. “Comer y beber, comer y beber” me repetía constantemente. Cuando las sensaciones son buenas te olvidas de todo, solo vives el momento y no recuerdas lo importante que es el futuro inmediato. Nos relevábamos constantemente para compartir la responsabilidad de marcar el ritmo. Nadie venía por detrás, por delante solo asfalto. Asfalto que engullíamos como agua después de un duro entrenamiento de verano. Primera vuelta terminada. A lo largo de la segunda empezamos a doblar triatletas. A pesar de que manteníamos nuestra velocidad de crucero las referencias con respecto a la cabeza de carrera aumentaban, de hecho tampoco era una novedad. Segundo giro al circuito completado. Continuábamos rodando en el TOP 10. “Solo un poco más” pensaba. Otro gel. Sorbo de isotónico. Nosotros  seguíamos luchando juntos, aunque separados por los 7 metros reglamentarios, contra el cronómetro. Pero a falta de 10 km para entrar a Fornells, dos triatletas que llegaron por la retaguardia nos superaron con gran facilidad. Quedaba poco y todo en terreno favorable; valía la pena sufrir y seguir a aquellos dos superdotados ciclistas hasta poner pie al suelo.
 
(Buscando la posición más aerodinámica encima de la bici)
 
Otra buena transición me demostraba que seguía conectado. Cruzar la meta dentro de los 10 mejores sería magnífico, pero en aquel momento no renunciaba a nada. Antes de completar el primer km de la media maratón ya me situé en la 6ª posición. Con casi tres horas de competición el cansancio físico empieza a dejar huella y es ahí cuando el trabajo psicológico adquiere su máximo esplendor. Todos los inputs hasta el momento eran positivos, y la cabeza, un ente a veces independiente, lo entendió a la perfección y solo ordenaba avanzar. La primera vuelta sirvió para tomar referencias, aunque mi padre, siempre atento, ya se encargaba de cantármelas.
 
(Intentando no perder la técnica)
 
“Malditos calcetines”. No se puede innovar durante una carrera, pero aun sabiéndolo decidí usar unos calcetines casi nuevos. El dolor de pies era muy molesto y al empezar el segundo giro paré para deshacerme de ellos.
 
(Momento en el que aligeraba peso)
 
Los km iban desgranando una cuenta atrás larguísima en el tiempo. Las distancias con Juanan y con Santi se iban recortando metro a metro. “¿Qué pasaría si acabase cuarto?”. La subida a la torre de Fornells era una tortura. Después de descenderla por segunda vez, y sin referencias de nadie debido a que la mayoría de triatletas ya estaban en el circuito, mi padre me advirtió de que tenía a Juanan y a Santi justo delante. Recuerdo que en aquel momento la adrenalina era máxima. Hasta entonces mi ritmo no se había resentido. Animé a Santi y me fui a por Juanan. “¡Si he llegado hasta a él será porqué no tiene más!” parecía lógico pensar. Eso me motivó a adelantarlo para intentar dejarlo fuera de combate. Desafortunadamente para mí, ni se inmuto, mostrándome que tenía reservas. Creo que fue en ese instante cuando me conformé con la quinta plaza. Sus dos cambios de ritmo, aunque después del primero le recuperé la distancia perdida porque se paró a beber, terminaron con mi resistencia. Juanan fue justo vencedor del duelo físico y psicológico. Los últimos 5 km los sufrí muchísimo. Mi amplitud de zancada cayó estrepitosamente, pero la renta con los perseguidores era más que suficiente. No supe disfrutar del momento hasta entrar en el carril que conducía a la línea de meta. Allí el calor de la gente consiguió que me olvidara de todo. El momento fue mágico. QUINTO… QUINTO…
 
La felicidad era máxima. La satisfacción, como diría Guardiola, eterna.
 
(Después de cruzar el arco de meta)
 
Juanan y yo nos fundimos en un abrazo. Luchamos para ser el mejor de los no profesionales. Un final realmente emocionante. Una carrera magnífica ¡Felicidades!
Clemente, Llobet y Marceau (el podio en este orden) son profesionales reconocidos, contrastados y con un gran bagaje. Todo un placer estar tan cerca de ellos.
 
Felicitar a Cristian Cofiné (hicimos un trabajo en equipo excelente. Acabó primero de su grupo de edad), a Andreu Marimón (yendo a más hasta cruzar la meta en una meritoria 8º posición), a David Rovira (que a pesar de no tener su día siempre da la cara) y a todos los que acabaron la prueba.
 
 
Agradecer a Bioibérica y a sus caras más visibles en Fornells (las dos Cristinas e Itziar) que se hicieran cargo de mi inscripción.
 
(Junto a Itziar, Cristina Polo y Cristina Martínez)
 
Algo que siempre he querido decir: “Agradezco el apoyo de mi patrocinador; Sant Hilari Sacalm”.
 
En definitiva, un fin de semana de cuatro días en Menorca mejor acompañado que nunca:
 
(Mi madre)

(Mi padre)

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