Todos los triatletas estábamos dentro del agua. Había otros
como yo tiritando a pesar de que solo nos cubría hasta la cintura. Sentía
ansias por empezar, pero no para liberarme de los nervios de la salida, sino
para entrar en calor. En todos los casos, siempre se aguanta mejor un exceso de
calor que una pizca frio (mi opinión). La línea de salida era amplia, lo que
significaba que no había forcejeo para encontrar el sitio de partida. Los
favoritos Clemente Alonso, Xavi Llobet, Olivier Marceau y Santi Pellejero
miraban al horizonte. Ellos marcarían el camino a todos los demás. Me situé
detrás del triatleta del VO2 no con la intención de seguirlo, sino sabiendo que
a sus pies se abriría una fantástica senda.
(Segundos antes de la salida)
Un leve y dudoso bocinazo, aparte
de comprobar nuestra agudeza auditiva, marcó el arranque del Extreme Man - Menorca 2012. Un mar
de gorros naranjas y algunos azules (pertenecientes a los relevistas)
robaron protagonismo a la calma con la que se levantaba el día en el puerto de Fornells.
Solo fueron necesarios 100 metros para clarificar las posiciones. Los cuatro
citados anteriormente empezaron a abrir hueco, Juanan Fernandez, triatleta
mallorquín, se situó a su estela y sabía que Cristian Cofiné (compañero de club)
no podía andar lejos. Hasta la primera referencia creo que iba a pies de
Juanan, pero su ritmo ligeramente superior al mío me cortó. Algún gorro azul
tímidamente me rebasaba hasta que una chica que venía a mis pies incrementó
ligeramente la frecuencia de brazada. Así, después de recorrer unos 1000
metros, opté para esconderme detrás de aquella sirena. Un rápido análisis mientras
nadábamos en paralelo me condujo a concluir que podía fiarme perfectamente de su orientación. Segunda referencia a la derecha. Ya
solo quedaba, aproximadamente, un tercio del recorrido. Fue entonces cuando
apareció Cristian para que juntos completásemos los últimos 500 metros detrás
de la relevista femenina. Tocamos tierra en la quinta y sexta plaza.
(Persiguiendo a nuestra sirena)
La más rápida de las T1 de todos los participantes me
lanzó con fuerza a por los 85 km de bici. Como no podía ser de otra forma,
pronto me alcanzó Cristian rodando muy deprisa. Aunque él mismo me confesó que no
llegaba muy bien de forma, volaba por los toboganes previos a Es Mercadal;
donde empezaba la primera de las dos subidas que tenía cada una de las tres
vueltas. La exigencia de estas dos breves ascensiones era grande, no era
cuestión de perder ese fantástico ritmo. “Comer y beber, comer y beber” me
repetía constantemente. Cuando las sensaciones son buenas te olvidas de todo, solo
vives el momento y no recuerdas lo importante que es el futuro inmediato. Nos relevábamos
constantemente para compartir la responsabilidad de marcar el ritmo. Nadie
venía por detrás, por delante solo asfalto. Asfalto que engullíamos como agua
después de un duro entrenamiento de verano. Primera vuelta terminada. A lo
largo de la segunda empezamos a doblar triatletas. A pesar de que manteníamos nuestra
velocidad de crucero las referencias con respecto a la cabeza de carrera aumentaban,
de hecho tampoco era una novedad. Segundo giro al circuito completado. Continuábamos
rodando en el TOP 10. “Solo un poco más” pensaba. Otro gel. Sorbo de isotónico.
Nosotros seguíamos luchando juntos,
aunque separados por los 7 metros reglamentarios, contra el cronómetro. Pero a
falta de 10 km para entrar a Fornells, dos triatletas que llegaron por la
retaguardia nos superaron con gran facilidad. Quedaba poco y todo en terreno favorable;
valía la pena sufrir y seguir a aquellos dos superdotados ciclistas hasta poner
pie al suelo.
(Buscando la posición más aerodinámica encima de la bici)
Otra buena transición me demostraba que seguía conectado.
Cruzar la meta dentro de los 10 mejores sería magnífico, pero en aquel momento
no renunciaba a nada. Antes de completar el primer km de la media maratón ya me
situé en la 6ª posición. Con casi tres horas de competición el cansancio físico
empieza a dejar huella y es ahí cuando el trabajo psicológico adquiere su
máximo esplendor. Todos los inputs hasta el momento eran positivos, y la
cabeza, un ente a veces independiente, lo entendió a la perfección y solo
ordenaba avanzar. La primera vuelta sirvió para tomar referencias, aunque mi
padre, siempre atento, ya se encargaba de cantármelas.
(Intentando no perder la técnica)
“Malditos calcetines”. No se puede innovar durante una carrera, pero aun sabiéndolo decidí usar unos calcetines casi nuevos. El dolor de pies era muy molesto y al empezar el segundo giro paré para deshacerme de ellos.
(Momento en el que aligeraba peso)
Los km iban desgranando una cuenta
atrás larguísima en el tiempo. Las distancias con Juanan y con Santi se iban
recortando metro a metro. “¿Qué pasaría si acabase cuarto?”. La subida a la
torre de Fornells era una tortura. Después de descenderla por segunda vez, y
sin referencias de nadie debido a que la mayoría de triatletas ya estaban en el
circuito, mi padre me advirtió de que tenía a Juanan y a Santi justo delante. Recuerdo
que en aquel momento la adrenalina era máxima. Hasta entonces mi ritmo no se había
resentido. Animé a Santi y me fui a por Juanan. “¡Si he llegado hasta a él será
porqué no tiene más!” parecía lógico pensar. Eso me motivó a adelantarlo para
intentar dejarlo fuera de combate. Desafortunadamente para mí, ni se inmuto, mostrándome
que tenía reservas. Creo que fue en ese instante cuando me conformé con la
quinta plaza. Sus dos cambios de ritmo, aunque después del primero le recuperé la
distancia perdida porque se paró a beber, terminaron con mi resistencia. Juanan
fue justo vencedor del duelo físico y psicológico. Los últimos 5 km los sufrí
muchísimo. Mi amplitud de zancada cayó estrepitosamente, pero la renta con los
perseguidores era más que suficiente. No supe disfrutar del momento hasta
entrar en el carril que conducía a la línea de meta. Allí el calor de la gente
consiguió que me olvidara de todo. El momento fue mágico. QUINTO… QUINTO…
La felicidad era máxima. La satisfacción, como diría
Guardiola, eterna.
(Después de cruzar el arco de meta)
Juanan y yo nos fundimos en un abrazo. Luchamos para ser
el mejor de los no profesionales. Un final realmente emocionante. Una carrera
magnífica ¡Felicidades!
Clemente, Llobet y Marceau (el podio en este orden) son
profesionales reconocidos, contrastados y con un gran bagaje. Todo un placer
estar tan cerca de ellos.
Felicitar a Cristian Cofiné (hicimos un trabajo en equipo
excelente. Acabó primero de su grupo de edad), a Andreu Marimón (yendo a más hasta cruzar la meta en una meritoria
8º posición), a David Rovira (que a pesar de no tener su día siempre da la cara)
y a todos los que acabaron la prueba.
Agradecer a Bioibérica y a sus caras más visibles en
Fornells (las dos Cristinas e Itziar) que se hicieran cargo de mi inscripción.
(Junto a Itziar, Cristina Polo y Cristina Martínez)
Algo que siempre he querido decir: “Agradezco el apoyo de
mi patrocinador; Sant Hilari Sacalm”.
En definitiva, un fin de semana de cuatro días en Menorca mejor acompañado que nunca:
(Mi madre)
(Mi padre)